viernes, 20 de febrero de 2009

Come out, come on

And all I've end up with was a couple of broken hands.

Cuando me las doy de boxeadora, le pego a la bolsa con rabia, y veo como los granitos de arena y polvo flotan en el aire a contraluz por los rayos de sol que se filtran del techo.
Pero se me rompen los nudillos, porque los guantes no son de algodón y los golpes no son con amor.
Puteo a la bolsa como si fuese mi peor enemigo, visualizo los rostros haciéndose literalmente pedazos como espejos bajo mis manos. Pego patadas, y luego uno o dos combos mal plantados - según mi papá pego pésimo y por eso sólo un nudillo de la mano está morado, y no los cuatro -. En fin, me desquito con la bolsa como si no hubiese un mañana.

Y hubo un momento en que comenzé a putear distinto, como si la bolsa me hubiese roto el ego. Bonita imagen, con short y polera, sudada a más no poder - caían gotas y gotas de sudor interminables, recuérdese la película "Al Diablo con el Diablo" - con un sólo audífono puesto porque estaba tan sudada que el otro se me resbalaba de la oreja, y puteando a la bolsa. Le pegué tanto que la madera que la sostenía cayó, y cuando la volví a colocar me apreté el dedo contra las cadenas y ahí si que puteé en voz alta.
Resultado: dos nudillos rotos, cero kilos perdidos, y dos ampollas enormes en cada dedo gordo del pie por el roce con el cemento del suelo y con la tela de la bolsa.

Pero se sintió bien, sacar toda la ira que llevaba dentro... y no sé, supongo que es que te extraño... y me da rabia.
Qué se yo.
Historias del fútbol.

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