lunes, 12 de mayo de 2014

Entré aquí con todas las ganas de vomitar lo que siento. Pero resulta que tampoco lo tengo claro. Además, el mismo hecho de este acto de publicación se siente como una violación a esa misma confusión.

¿De qué me sirve colocar aquí, en este blog semiolvidado, las penas que encerramos?

¿De qué me sirve, si no se precisamente, qué palabras tengo que ocupar? Aquí no caben mis párpados hinchados, ni cómo me tiembla la pera, ni el dolor de guata que me da cada vez que te miro. Cabe decirlo, pero no está la conjunción de todos esos elementos aquí presente. Entonces, ¿de qué me sirve tipear aquí palabras que aun desconozco? ¿Sensaciones que tengo aun borrosas?

Solo siento -porque nada se a estas alturas- que todo se deshilvana. Con ese mismo pánico anterior, con esa misma fragilidad anterior, pero aun peor incluso, porque no somos nosotras las estamos hechas de vidrio, sino él.