sábado, 18 de febrero de 2017

Pero pa qué po

No puedo dejar de escuchar música chilena.
Y hasta hecho de menos el olor a aceite de los carritos de sopaipillas que acá ni sueñan con aparecer. De pronto pienso en que voy a salir y van a estar los árboles de Dublé echándome su polen en la cara, mientras tuerzo a la derecha para ir a sacar las bicis naranjas del Itaú que me salen asquerosamente más baratas que las micros de mierda, donde me tosían en la cara a cada rato señores con olor a Nescafé y aromatizante de pino.
Soy una migrante indignante, lo sé. Nadie me mandó para acá, yo me fui solita, lo sé.
Igual no todo es malo. Acá hay posibilidades de encontrarse a una misma: que eso sea bueno o no... todavía está por verse.
Mucho dolor, eso sí. Las fracturas viejas se han revisitado a punta de rayos X con Evan Bueno. Todos los jueves por la mañana entro a su consulta y crac! me rompe un poco más. Y salgo con los ojos hinchados como papa, pero me importa un pico, porque piensan que ando con gripe. Si hay algo en que los gringos son excelentes, es en hacer la vista gorda.
¿Me echará de menos Chile?

¿De dónde sale esta nostalgia? Siempre me quise ir, el problema es que no me sirve para lo que quería que era, en parte, poder armarme esta mejor versión de mi misma. Como si cambiar de maceta mejorara la planta (que igual sí, pero seguiré siendo cactus y no palmera).

En fin. Que el frío sigue, pero no tanto...
Que el hielo sigue, pero no tanto...
Que volví a la soltería, pero no tanto...
Que como que me da lo mismo, pero no tanto...
Que daría mi brazo derecho por una marraqueta con palta y té Supremo con leche, pero no tanto...
Que quiero a mis amigas cerca, pero no tanto...
Que tengo nostalgia del olor a caca de Santiago y a momia de Arica, pero no tanto...
Que tengo sueño y debería estar durmiendo, pero no tanto...
Que estoy enferma, pero no tanto...
Que no se cómo terminar este post, que es el post más random de la vida. Pero no tanto.