martes, 14 de marzo de 2017

Islandia

Y en ese momento, cuando la nieve crujía bajo mis botas en el cementerio de las afueras de Reykjavik, me pegué el alcachofazo monumental: no me importaba que Debbie estuviese en una cita de Tinder; no me importaba que la Janina me hubiese puesto los cachos; no me importaba que mi papá no conteste el teléfono; no me importaba que mi mamá me hubiese obligado a comer a correazos; no me importaba que la Maca me hubiese dicho que no me quería ver el día de mi cumpleaños, ni que la Andrea hubiese hecho micromanagement de mi vida durante cuatro años. No me importaba estar rota, no me importaba estar sola, no me importaba nada y estaba tan feliz, tan a gusto, tan en calma y tan en paz, tan asquerosamente rebosante de amor propio, con las botas bien puestas sobre la tierra y los ojos bien fijos en el horizonte, donde la Hallgrimskirkja me saludaba con su pico de piedra elevado, al otro lado del estanque.

Islandia fue mía y yo fui de sus montañas nevadas, de su tierra volcánica pulverizada, sus vientos que me empujaban mientras subía la Skógafoss. Lamí sus glaciares, fotografié sus amaneceres, jugué con sus rocas y conversé con espíritus de vikingos oxidados que me recordaron que lo que importa no es lo importante, sino lo que se clava en el alma, las espinas invisibles que he cargado y que la "vida" (esa otra oficial de timbres y sellos) me ha hecho olvidar.

Termina el libro Laura, termínalo.
Sácate el nudo de la espalda, del pecho, deja que sangre libre la herida, que fluya todo ese ADN que está atascado.
Dilo todo y dalo todo en el decir, aprovecha el movimiento centrípeto que agarró tu alma y recógete sobre los pliegues de tu camiseta de corazón rojo. Y después cállate.

Quédate ahí, en ese cementerio, apoyada en la tumba de algún Oddin contemporáneo, con las lágrimas bajándote por la cara, mientras no entiendes nada y todo a la vez. Quédate ahí, mirando el cráter del Kerid, mientras el único sonido lejano es el rugir de una catarata. Quédate ahí, escríbelo todo, y después cállate.

sábado, 18 de febrero de 2017

Pero pa qué po

No puedo dejar de escuchar música chilena.
Y hasta hecho de menos el olor a aceite de los carritos de sopaipillas que acá ni sueñan con aparecer. De pronto pienso en que voy a salir y van a estar los árboles de Dublé echándome su polen en la cara, mientras tuerzo a la derecha para ir a sacar las bicis naranjas del Itaú que me salen asquerosamente más baratas que las micros de mierda, donde me tosían en la cara a cada rato señores con olor a Nescafé y aromatizante de pino.
Soy una migrante indignante, lo sé. Nadie me mandó para acá, yo me fui solita, lo sé.
Igual no todo es malo. Acá hay posibilidades de encontrarse a una misma: que eso sea bueno o no... todavía está por verse.
Mucho dolor, eso sí. Las fracturas viejas se han revisitado a punta de rayos X con Evan Bueno. Todos los jueves por la mañana entro a su consulta y crac! me rompe un poco más. Y salgo con los ojos hinchados como papa, pero me importa un pico, porque piensan que ando con gripe. Si hay algo en que los gringos son excelentes, es en hacer la vista gorda.
¿Me echará de menos Chile?

¿De dónde sale esta nostalgia? Siempre me quise ir, el problema es que no me sirve para lo que quería que era, en parte, poder armarme esta mejor versión de mi misma. Como si cambiar de maceta mejorara la planta (que igual sí, pero seguiré siendo cactus y no palmera).

En fin. Que el frío sigue, pero no tanto...
Que el hielo sigue, pero no tanto...
Que volví a la soltería, pero no tanto...
Que como que me da lo mismo, pero no tanto...
Que daría mi brazo derecho por una marraqueta con palta y té Supremo con leche, pero no tanto...
Que quiero a mis amigas cerca, pero no tanto...
Que tengo nostalgia del olor a caca de Santiago y a momia de Arica, pero no tanto...
Que tengo sueño y debería estar durmiendo, pero no tanto...
Que estoy enferma, pero no tanto...
Que no se cómo terminar este post, que es el post más random de la vida. Pero no tanto.

sábado, 14 de enero de 2017

Tan pis

El otro día aprendí una frase en francés: tan pis, que en chileno sería como "mala suerte" y que, normalmente, se diría mientras uno se encoge de hombros y sigue caminando.

Tan pis que la Alemana me confesara que me cagó. Y para qué. No entiendo por qué la gente me cuenta que me caga cuando ya terminamos, es que en serio, qué egoístas de mierda...
Porque claro, ustedes se quedan ligeras de alma y una toda chorreada de baja autoestima. Estábamos en una relación intercontinental, a más que larga distancia, a chorrocientos mil kilómetros de distancia, por supuesto que una parte mía tenía esa clara sospecha. Confirmada por supuesto por la petición de apertura de la relación. He leído literatura toda mi vida, a estas alturas ya se identificar un cuento.

Alguien explíqueme, ¿para qué chucha me van a decir que me cagaron? Y después me dicen que me aman, que me quieren de vuelta. ¿Para qué?

Y con qué puto descaro me escribe "por suerte para ti, todavía te amo". PAR FAVAR MI CIELA.

Tengo tanta rabia que ni puedo escribir. Es que aaaaaaaaaaah!

¿Saben qué más? Váyanse todas a la reconchadesumadre. Yo se que la weá no es "personal". Yo se que no me quieren hacer daño, yo se que nadie es perfecto, que todos nos copeteamos y dejamos la cagá, que no hay que escupir al cielo, que la fidelidad es una línea ilusoria y que la monogamia es una convención social, yo se que que te caguen no es lo mismo que ya no te amen, yo se, yo se, yo se. Pero ahora me van a escuchar a mi: tomen toda esa mierda, todo ese discurso pasado a caca y culpa judeocristiana, enróllenla bien y apriétenla chiquitito y se la meten por la raja como un supositorio.

Yo no estoy aquí para hacerlas sentir mejor consigo mismas. No les debo ni una weá. Y sí, todas las razones de arriba siguen injustificando mi arrebato, pero me chupa un huevo y voy a seguir tipeando con furia porque es lo único que puedo hacer para explicarles que me duele. Que así como digo que no me importa, que así como digo que "gracias por la honestidad", que pueden irse a la reconchadesumadre un ratito y después intentemos ser amigas, así como les digo todo eso... así de grande es como duele.

Y la grandísima mierda que las parió. Mujeres culiás. Nos odio. Hoy día, en este ratito chiquitito, déjenme odiarnos.

Tan pis, tan pis, tan pis.