miércoles, 19 de noviembre de 2008

late at night

El poeta solitario
corrió por entre la selva,
subió peñascos,
trepó árboles,
abrió brechas
con la pluma entintada en sangre,
buscó en los abismos,
saltó cataratas
para terminar sentado
en la ladera
aullándole a la luna
la renovación de los votos.

¿De qué sirve, mi luna?
Si tu luz no refleja su rostro.
Prefiero vivir en la oscuridad
que perder su rastro,
amarrarme los pies con peso de plomo
y lanzarme al abismo submarino
donde el grito no sea más
que evanescencia burbujeante.
Y la pérdida del sentido, luna,
se da porque me la has quitado,
porque la tienes iluminada
y atada a tu marea, vaga en noche
sin estrellas, colocándo caracolas
en su oído a ver si escucha mi voz.


El poeta, sentado en la ladera
como el lobo solitario,
se gastó sus cuerdas aullándole
a la luna,
a ver si te llega el grito
de la renovación de sus votos.

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