martes, 26 de enero de 2016

51 days

Tose. Se retuercen sus abdominales perfectos bajo la polera de su club de fútbol. No tiene miedo de decirme lo que le gusta y lo que no: es directa, clara, casi infantil en su inocencia, aunque aún no me queda claro si es su personalidad o simplemente un tema de que con la lingua franca hay menos dobleces que con la natal. 

¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo, Dios mío? - me pregunto mientras sostengo conversaciones hasta mis horas tardías y sus madrugadas. 

Quiero estar con ella. Es como si fuese Odiseo y no me hubiese tapado los oídos en la parte del canto de las sirenas. Ella me llama a hundirme en el fondo del océano, a cruzarlo a nado si es necesario, para llegar hasta esos brazos tonificados que no tarda en exhibir con orgullo cada vez que puede.

Tengo miedo de que me rompa el corazón. Pero creo que, por vez primera, tengo miedo de rompérselo a ella. Dice que no tolera bien las distancias ni el tiempo, pero que también sabe que todo pasa por algo y que lo mejor es no pensar demasiado. Al menos el sobreanálisis es una tara que tenemos en común. 

Tirito en mi pijama a pesar de que afuera hace calor. Tirito de ansias por correr hasta su casa, abrir su puerta y encaramarme en su sillón-cama (su departamento es enano). No me malinterpreten, no busco una novela porno. No me interesan las 50 sombras ni tampoco todas las pornos imaginarias que ya se me han cruzado por la mente. Quiero cuidarla, poder mirarla a los ojos todos los días, de ser posible, y sentir su latido junto al mío, su respiración junto a la mía. Quiero aburrirme a su lado, preguntarle "¿qué hacemos hoy?" y que me responda "no lo sé, ¿qué quieres hacer?"

Quiero lo cotidiano y lo extraordinario, porque tengo esa sensación de que solo por ser ella ambos serán lo mismo. Quiero que el tiempo pase rápido hasta llegar a ella y luego, una vez allí, que el condenado segundero me de un respiro. Soy Odiseo y Penélope a la vez, tejiendo y destejiendo este telar que empecé a armar sin saberlo.

Estas palabras, que tal vez ella nunca entienda, son para mí. Cincuenta y un días y contando... Paciencia, que ya tengo un plan.

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