martes, 7 de febrero de 2012

Yo pensaba que ser a prueba de balas era no dejar que nadie entrase nunca más. Porque ella me dejó hecha polvo, y ninguna escoba del mundo me iba a poder barrer la cagada que tenía por cabeza.
Y probablemente juega el destino y la edad aquí, o tal vez sea el hecho de sacar canciones del olvido. O incluso el de releer cosas antiguas.

Pero ahora me siento a prueba de balas, y no estoy cerrada.
Ahora me siento invencible, y soy el ser más falible del planeta.
Ahora releo el blog oculto y digo, "pero si lo estoy teniendo todo, ¿cómo me lo voy a perder?"
Es sano ejercicio revisarse las cicatrices, ver que en ese momento pedía a gritos lo que ahora tengo. Desde los 16 que te venía pidiendo en los diarios de vida: alguien que me lea, alguien me entienda, alguien que duerma conmigo hasta las dos de la tarde, cocinar para dos y hablar en inglés y curarse y reír y leer y viajar. Y lo estoy teniendo todo. Todo lo que quise.
Obvio, nada es perfecto. Yo no lo soy, ¿cómo pedírtelo?
Pero soy feliz. En este puto segundo lo soy, y es en gran parte gracias a ti. A que por fin decidiste aparecer, a que te decidiste a tomar mi mano, a que me escogiste de entre tanta otra tonta.
Pudiste haberlo hecho mejor, tal vez sí, tal vez no. No quiero averiguarlo, porque todo lo que tengo es hoy, está aquí y es contigo.
Y se que la soberbia es un pecado, pero me importa un soberano bledo. Por fin entendí lo que es ser a prueba de balas y te lo debo todo todito a ti.

Soy libre para volar.

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