martes, 3 de enero de 2012

heat

Me siento cansada, del calor, de los pleitos imaginarios que tengo con mi ombligo, de las almohadas duras y del agua que sale tibia cuando menos lo necesitas.
No se si es por la continuidad de los estudios, por mi sorprendente falta de motivación laboral y estudiantil, por las ganas locas de esconderme en un cuarto ventilado a escribir cosas ególatras que a nadie le interesa o simplemente porque me faltan vitaminas, pero realmente realmente siento que el 2011 no se acabó.
Por lo menos pude dar ese giro que quise... gracias por decir que si. Ahora sólo nos queda vivirlo.
Las letras se me juntan bajo los ojos, los brazos me pesan y el cuello se me pone tenso. Tengo los pies sucios y el cuerpo embetunado aún de Banana Boat en spray, versión de descuento.
Claudito me manda un correo, se lo respondo enseguida.
El libro, un artículo pequeño que podría haberme leído en un par de horas me tomó dos horas y me tomará dos más en la mañana...
No tengo idea qué es. Va más allá del corazón, es como plomo en los zapatos (ese plomo en los zapatos del chiste de Mafalda).
No tengo ganas de correr, no tengo ganas de volar. El puto y asqueroso calor lo aplasta todo a su paso, todo lo devora, no hay ventiladores ni refrigeradores que puedan darme esa sensación de frescura. Hasta la bombilla de luz se vuelve un destello caluroso insoportable.
Sólo puedo pensar en mi rincón de tu cama, fresco. Pensar y sentir, con los ojos abiertos, en que estiro mi mano (derecha porque no estoy y probablemente dormirás en mi lugar) y rozo con la punta de los dedos lo sedoso de tu pijama. En como entrelazo mi índice y dedo medio en las curvas de tu melena desordenada (ese "pelo de loca"), y en lo mucho que quiero ese beso de buenas noches que es mío sólo mío.
El calor me aplasta, me sigue aplastando en el paso avasallador de las vueltas de ese ventilador que en este lugar no existe. Tal vez por eso no me muevo, para no generar más calor.
El único calor que se me vuelve soportable y que busco en las noches y madrugadas es el tuyo.
Y ya está, no tengo más que decir. Los hombros (dudo, será el sueño, de si se escribe ombro u hombro... tal vez es onvro) siguen tiesos, el cuello sigue doliendo, los pies siguen sucios, pero tú en mi mente eres ese soplo preciso de año nuevo, esas conchitas que pisamos el 31, esa promesa eterna por cumplir.
Esa sonrisa que tengo escondida bajo las gotas de sudor.

[Felices nueve meses]

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