lunes, 30 de agosto de 2010

Entonces, yo me pregunto ¿qué weá hago?, ¿puedo hacer algo?, ¿controlo realmente algo? No se qué hacer... no se ni siquiera si hay algo que yo pueda hacer.

¿Y quieres que te lo digan? ¿quieres que alguien te diga "Laura haz tal cosa"?

No, te lo pediría a ti pero se que me dirás que no sabes, que no puedes, aunque la respuesta es obvia. No quiero que me digan qué hacer, porque aunque me lo digan terminaré haciendo lo que yo quise en un principio.

¿Y qué quieres?

[Y aquí no supe qué contestarle, pero ahora se me ocurrió que debería haberle dicho algo como: Quiero ser feliz.]

Me parece que tienes un conjunto de supuestos, y creo que deberías preguntarte por qué.

Por qué.
Voy sentada en el metro, usando el vestido nuevo negro con flores rojas que me compró la Rocío antes de ayer. Y me miro el escote, sentada al lado mío iba un viejo chicha con ceborrea pero ahora lo reemplaza un viejito tembleque con un bolso de cuero y un manual de usuario para excel 2007. Y me miro el escote y me lo encuentro vacío. Y me miro las piernas y me las encuentro vacías. Y me pregunto por mi conjunto de supuestos... y lo único que puedo decir es que lo que más quiero es lo que más me aterra.
Que le tengo miedo a ser feliz. No, que le tengo miedo a la esperanza. No no no, que le tengo miedo a las grandes alamedas que abrió Allende, y a quedarme parada como Cenicienta con una zapatilla en una mano y el corazón hecho mierda en la otra.
Vacía.

Que le tengo miedo a ser feliz. Por eso tengo supuestos... para controlar lo incontrolable, para predecir lo impredecible.

No. No me salvo.

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