viernes, 6 de noviembre de 2015

Reloj

Me encontré hoy en la mañana conmigo misma. Iba tarde al trabajo y tuve que tomar taxi, y mientras los rayos de sol se colaban por la hermosa Bilbao y Thayer Ojeda, pensaba en que a veces tener cientos de posibilidades es igual de terrible que no tener ninguna. El viento helado estaba tan rico que le habría pagado al señor las diez lucas que tenía solo para que siguiésemos deambulando con brisa.

No mentiré. Tengo pánico escénico.

Me congelo, a pesar de que me tatué la frase "No pienses de más", pensar es lo único que hago... aunque más bien la frase debería ser "No sientas de más".

Entonces, mientras iba sentada, pensando en lo angustiante que es sentir que voy tarde y adelantada a todo, escuché el reloj que mi papá me regaló haciendo su ruidoso tic tac en mi muñeca. Y me di cuenta de algo tan simple: ese segundero no pasará ni más rápido ni más lento por mi, no importa mi angustia porque soy yo quien decide cuándo es el tiempo correcto para avanzar y cuándo el momento exacto para cometer errores.

Estoy aprendiendo. No hay que ser dura con una misma, para eso ya están los demás. Tengo tiempo, él no se va a apurar y yo tampoco, me moveré como deba moverme, igual que el segundero de mi reloj azul metálico.

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