Cogiste las llaves.
Yo me estaba duchando.
El agua de pronto se tornó fría... de un frío insoportable.
Una taza de café que se enfría en el medio de la habitación. El vapor a contra luz. El piso cubierto por una capa de polvo que no me interesa barrer.
El maquillaje de esa noche aún cubre mi cara como una cáscara.
Rompí un tacón. Se me corrió un punto de la panty. Las colillas son mis mejores amigas.
Ayer le dibujé una carita feliz a una y una carita triste a la otra. Y las hice bailar tap en el borde del cenicero.
El closet vacío. Ni siquiera queda rastro del olor de tu ropa. Sólo un guante queda de recuerdo.
Cuando me aburro me cuento las costillas, nunca he pasado las diez por lado. No se cuántas tenemos. Entonces me volteo de estómago al colchón (que ya no tiene cobertor ni sábanas) y me cuento las vértebras.
Un café que ya se ha enfriado en el medio de la habitación. Las colillas que han desbordado el cenicero. El agua que me cortaron y ya no corre.
Cogiste las llaves. Porque no era mi tacón el roto.
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