jueves, 21 de junio de 2018

Nunca es la última

Este blog lo tengo abierto por la única razón de que quiero que me lean sin que me lean con intención.
Para que, el ojo distraído, se pose aquí y encuentre descanso entre tantas ventanas con mil temáticas y colores diferentes.
Ya no le hago advertising. No tiene sentido. Colgué la pluma. No voy a escribir escribir. Voy a escribir escribir. La negrita y la cursiva son igual de serias, pero una tiene un peso público que ya no me importa. Total, el FBI probablemente ya ojeó mi Facebook, dio un bostezo y cambió de página.

Tengo rabia.
Tengo rabia porque la gente no entiende por qué tengo rabia.
Tengo rabia porque la gente que sí entiende mi rabia, no está conmigo.
Y entonces tengo que explicarles, que mi viaje ha sido diferente y que se me abrió la conciencia, no desde el hippy white-washing, pero desde dos años de terapia que me han hecho entender que no estoy siendo alharaca, que sí tengo derecho a hablar, que tengo que decirle no a mi síndrome del impostor, que valgo lo mismo que mi padre y que no tengo que pedir más disculpas.

Dejar de pedir disculpas.
No me voy a disculpar más por hacer lo que se me da la gana. No me voy a disculpar más por haberme ido de la casa y no haber vuelto jamás a vivir ahí. No me voy a disculpar más por no llamar, ni escribir cartas, ni por ser "cabezona" y no pedir ayuda.

¿De qué sirve, si no están dispuestos a escucharme y ya tienen todas las respuestas listas en la mano?

"Entiende que somos de otra generación."
"Entiende que yo no me crié así."
"Entiende que él no habla de sus sentimientos."
"Entiende que él/ella no está cómodx con la situación."
"Entiende que te ama." (Mi favorita)

No. El amor no se entiende. Se siente. Y así como se siente, también se deja de sentir. Y yo lo dejé de sentir por mi familia y sentí como las cuerdas con mis amigos y mis cercanos se desgarraron, y tal vez ese fue el problema, yo dejé de tirar de mi lado y no supe entender qué pasó. Nunca hice preguntas. Sólo me llegó el reporte del forense: "Te fuiste a otro país, porque tú quisiste. Nadie te echó."

Nadie me puede echar de una casa ficticia. Nadie me puede decir que crucé fronteras culturales y que eso es un pecado. ¿Acaso Colón dejó de recibir y enviar cartas a la Corona? ¡No! ¿Estábamos todos más ocupados que Colón? Lo dudo. (Pésimo ejemplo, pero se entiende mi punto.)

Dejen de decirme que soy sensible. Como si ser sensible fuese un puto pecado.
¿Por qué es más importante tener la razón, que poder ver desde la otra perspectiva? ¿Por qué siempre soy yo la que tiene que entender a los demás, respetar sus heridas, pero aceptar que mi tía me obligue a ponerme vestido para su cumpleaños, porque le da vergüenza ver a la sobrina marimacho?
¿O que mi ex me diga que soy una latina loca y furiosa y luego ponga su piel al lado de la mía para ver qué tanto se ha bronceado?
¿O que me digan que no me querían, pero que luego sí y después que no, utilizando como argumento todo lo que soy?
Claro que soy sensible. Lo soy. Es quien soy y es quien elijo ser. Es la razón por la cual no les he reventado como granada en la cara mucho tiempo antes.

Pero ahora que, por fin, tengo ejemplos. Ahora que, por fin, he coleccionado los recuerdos traumáticos y me he podido reconstruir aceptando mi ansiedad, mis ataques de pánico, mis episodios depresivos, mi humanidad, en otras palabras. Ahora que por fin, tengo la palabra para explicar, la última palabra, no me manden a la cresta. Simplemente, no me manden. Déjenme hablar. No me tapen la boca, no me digan que todo va a estar bien, no me hagan "nanai", no me busquen para ver si estoy fumando afuera, no.

Simplemente. No.

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