viernes, 20 de noviembre de 2009

Yo creí en esto.

Quisiera comenzar esta historia, el primer día de marzo, cuando venía llegando tarde a clases, y la profesora jefe me hizo salir de la sala y volver a entrar, esta vez saludando como es debido. Me hundía en la vergüenza de ser nueva y haber errado en los primeros minutos de mi educación media.
Los comienzos son todos muy parecidos, la tensión, las miradas, los inevitables juicios, profesores nuevos, un nuevo idioma que aprender y un cerro de tareas que se acumulaban...
Se podría decir que cuando comenzé no era más que una adolescente, y algo curioso sobre los adolescentes es la intolerancia al conflicto, al miedo y al fracaso. Por eso somos grandiosos fabricantes de máscaras, que pueden tomar la forma de un piercing en la lengua, el cabello teñido de un color estrambótico, ser el rebelde de la clase, el más gracioso, e incluso, el más inteligente.
El único problema con las máscaras es que no crecen a la medida de nuestro cuerpo, y es entonces cuando por tedio la máscara comienza a apretarnos el rostro, y no nos deja respirar; es ahí cuando comenzamos a mostrarnos, cuando no tememos ser nosotros mismos, y podemos inhalar libremente.
Lamentablemente, para los más convencionales, esta es la etapa en la que somos los rebeldes sin causa, es cuando hacemos las "tomas" y pensamos fuera de la caja por un segundo.
Hoy, miro orgullosa los rostros de mis compañeros, esperando que ellos se hayan librado de sus máscaras, y puedan ver el mundo que hoy se nos abre, la vida real que nos tiene atemorizados ha finalmente hecho su aparición innegable. Y como rápidamente se saca el parche de una herida, hoy debo decir adiós.
Aunque cada fibra de mi ser desee congelar esta tarde, y que esto nunca acabe, algo así como poner una pausa infinita.
[... agradecimientos, blah blah...]
No tengan miedo, vivan hasta sentir que la tierra les ha quedado pequeña, rían, pues nunca sabrán quién se enamorará de su sonrisa, amen, porque no hay cosa más maravillosa que amar y ser amado en retorno. Si cometen errores, levántense con dignidad. Jamás acepten un "no" o un "imposible" por respuesta. Alcancen su sueño, paso a paso, sin importar lo que los demás piensen, no dejen que nadie los pisotee o ponga techo sobre sus cielos abiertos.
[...]


Discurso de Cuarto Medio, leído el 11 de diciembre, 2006

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