¿Uno de esos días?
No. No me refiero a la ruedita rosada del ciclo menstrual. O tal vez sí.
Más bien intento descifrar uno de esos otros días. Esos días donde no sabes dónde estás parada, donde te sientes gordísima a pesar de que almorzaste un taco vegetariano y no has comido nada en toda la tarde, uno de esos días donde andas irritablemente distraída, pava a más no poder, torpe, con la lengua media bífida y para nada graciosa.
Uno de esos días donde parece que andas por ahí con el cerebro atrofiado, perdida, cuando ni siquiera te toleras a ti misma y darías lo que fuera para que las alas hipotéticas se volvieran reales y así pudieses salir volando por la ventana de la biblioteca.
No me malinterpreten. Ni el universo ni la galaxia tienen la culpa, es simplemente que tengo uno de esos inexplicables días donde preferiría vivir en la cajita de fósforos de mi cajón de ropa interior, que en el mundo exterior.
[Intermedio donde la Nancy viene a pelar a mi abuela, que de repente siente un dolor de espalda inexplicable. Tras 5 minutos de charla sobre las bondades de prevenir "aires" con la bata, yo suspiro y tiro mi clásica sentencia de "le he dicho mil veces que tiene que usar bastón y cuidarse, pero no hay caso".]
¿Ven?
Es uno de ESOS días que parece que te persiguieran a donde sea que vayas, porque los llevas bajo la piel. Es estar podrida sin razón aparente, sin entender qué carajo te pasa, sin querer ni el oro ni el moro, ni a izquierda ni a derecha. Hasta tiré la moneda para ver qué haría hoy y desistí de tanto lanzarla al aire. Me vine a comer a la casa y me arrepiento (estúpida moneda), porque entre el vecino que intenta retapizar su living y al parecer necesita doscientos taladros para hacerlo, el teléfono que no deja de sonar y el celular con rancheras de la Nancy, sumado a mi inhabitual pero presente hiperestesia, estoy sonada.
Horroróscopo, dame una señal.
"...viene un cambio que mudará la dirección de su vida sentimental."
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