sábado, 7 de mayo de 2011

Carta a Ma-Pa

Puedo decir con toda seguridad que mi infancia no ha sido sencilla.
También puedo decir con la misma seguridad, que la de nadie lo ha sido.

Fui criada en una familia "poco convencional", donde papá cocina y mamá se pasea por la casa con la caja de herramientas, cambiando ampolletas.
Papá me sienta en sus piernas, juega conmigo en el escritorio rojo, guarda todas mis cartas, como la de las 40 razones por las que es el mejor papá, o la que tiene una carita feliz hecha con cáscaras de maní. Me compra mi primer tren eléctrico, que hecha humo de verdad. Juega conmigo a los ninjas y me pregunta cosas que luego anota en el computador, me enseñó la letra P mientras arrastra su dedo sobre el silabario, donde un pingüino se ve tras un estereotípico iglú.

Mamá me deja comer un Kegol de manzana una vez al día, baila moviendo los índices en círculos mientras menea los brazos siempre de izquierda a derecha, me presta sus audífonos gigantes para que escuche Mazapán al lado del equipo de música. Me hace desayuno de leche con Nesquick de frutilla y pan tostado con mermelada, me lava la cara y los dientes cuando estoy dormida por las mañanas e inclusive aprendió a cocinar y salió de la rutina culinaria del arroz con tomate y salchichas para poder alimentar a la familia.

Y luego todo cambió.
Mamá trabaja más, tiene que estudiar. Papá se va de casa a estudiar a Santiago, porque sabe que sin Doctorado le quedan pocas oportunidades laborales.
Mamá llora todo el tiempo y yo no entiendo qué les pasa. La Rocío no me quiere explicar, dice que no hay que meterse en cosas de adultos. Pero yo entiendo que mi vida está girando hacia un rumbo desconocido.

Yo hacía figuritas de masa en la mesa de la cocina, la Rocío hacía una serpiente verde con lunares morados y una hamburguesa, bajan ambos tomados de la mano y llorando, no entiendo nada. Luego dicen que tienen una noticia que contarnos, tras dos intentos de adivinanza que Rocío rápidamente soltó -y que ellos no esperaban- pregunta si es que se van a separar. Papá responde que sí.
Salí corriendo tras sentir que el corazón se me salía del pecho, y lo único que recuerdo es la toalla en mi cara, porque me la estaba secando, diciéndome a mi misma que tenía que dejar de llorar porque me estaban llamando abajo para proseguir con la conversación.

Y luego sólo vinieron más y más giros. Cambios, de ciudad, de caras, de miembros familiares que van y vienen, que dejan huellas en mi cuerpo y en mi habitación, que ya no es sólo mía sino de mi nuevo hermano.
Luego vivo sola con papá, vemos televisión mientras almorzamos, nos gusta lavar la loza en la tarde y fumar después de comer, bebemos los fines de semana tragos elegantes, porque papá ya descubrió que más le valía educarme que prohibirme beber.
Mamá llama todos los fines de semana desde fuera, manda cientos de cartas, postales, regalos e e-mails. Viene una vez cada dos años y cuando hay buena economía podemos viajar a verla. Le cuento todo, porque no me puede castigar a la distancia en un principio, y luego descubro que de hecho es una muy buena amiga, siempre dispuesta a escucharme y a darme el mejor consejo, a darme un besito y un abrazo y a hacerme todo tipo de diagnósticos homeopáticos y mejoras en la dieta y la salud. Me mete a cursos de yoga, me compra zapatillas nuevas y lentes, lee conmigo mis libros de clase y una vez me enseñó por Msn todo sobre la Apología de Sócrates.

Yo solía sentarme en su sala de clases, los veía enseñar mientras coloreaba mis libros, sentada al lado de chicos universitarios. Ahora yo soy una de ellos, y pienso que sin mi Ma y sin mi Pa y todos los cambios por los que me hicieron pasar, yo no sería ni un cuarto de lo especial que soy.
No sería resilente, ni sabría adaptarme al mundo, poniéndole siempre la mejor cara posible. Pensando en que puedo escribirles siempre a ambos, porque saben que así es como me comunico yo.
En el colegio todos decían que tenían mamá y papá, bueno, pues yo tengo un MaPa que me ha formado, y que curiosamente, me ha guiado hasta donde estoy hoy.

Así que gracias a ambos, porque a los dos les ha tocado ser mi madre.

Feliz, feliz día Ma.
Feliz, feliz día Pa.

Son la mejor madre que he tenido.

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