Tengo que escuchar todas esas canciones añejas para que me vuelva el nudo en la garganta. Aprovecho además el empujón hormonal de estar en esos días del mes. Todo vale en el arte de la escritura. Toda palabra, incluso la borroneada, significa.
Y pienso que he perdido el toque, o incluso, que jamás lo tuve. Que ya no puedo inventar cuentos ni hacer dibujitos en las esquinas de los cuadernos... que debo recuperar el lado "emo" para escribir.
Porque a no ser que lo tengas, es sumamente difícil saber cómo plasmarlo. A pesar de que se te ocurran 300 historias al día, a pesar de que vivas constantemente con el lápiz entre los dedos, la rutina es como un agujero negro que va devorando todo a su paso. No hay tiempo para perderlo, los relojes siguen dando vuelta rabiosos y yo pido una jaula para encerrarme a escribir. Yo sola con la angustia, mirándola a los ojos, ella con la nariz roja de la pura pena y yo con los ojos inyectados de la pura rabia y del desvelo.
Un duelo entre mi lado "emo" y yo. Aunque es más bien un abuso, los que escriben pueden entenderlo (tal vez). Esa necesidad morbosa de andar con la llaga abierta, de hurguetearla con el dedo para que no se ensucie tanto, pero también porque muy muy dentro mi lado emo insiste en que el dolor es más universal que el amor.
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