lunes, 23 de abril de 2012

Clic

Escúchame bien.
Alguien dijo una vez: una vez está bien... dos veces es para los tontos
He sido el policía bueno, el policía malo, el policía olvidadizo, el policía estúpido, el policía rudo. Ya no soy policía, ahora yo soy el ladrón.
Escúchame bien, ¿oíste?

El tipo en la silla se retorcía, el sudor caía por su frente en largas hileras. Sentía que la lengua se le iba a partir en dos por la presión de la mordaza. Un trozo de tela maloliente cuyo sabor le daba arcadas. Se había meado del susto causando la risa del otro, y de bonus le lanzó una bofetada.

Si te vuelvo a ver por aquí, vas a desear no haber nacido.
No. No quiso decir eso... era demasiado western, demasiado cursi como para ser tomado en serio.
Si no me dejas en paz, voy a sacarte la piel y usarla de felpudo.
No. Muy Hannibal Lecter.
Ya te lo advertí,, y sin embargo tú te crees el dueño del mundo. No eres nada más que un maldito imbécil egoísta, ¿no? Te dije que mantuvieras la distancia. Tú no eres ningún héroe. Los héroes no le temen a la oscuridad, ni se mean con una mordaza y un par de cachetadas. Tampoco se asustan frente al cañón tibio de una pistola descansando en la sien.

El tipo en la silla seguía retorciéndose, desesperado, frenético. Tenía la camisa mojada por el sudor y los pantalones manchados por la orina. Una rata cruzó en el fondo de la habitación de cemento. No había nada más en ella que no fuese un par de sillas y una mesita de café roída por los años. Se veía tan debilucha que no hubiese resistido ni una taza de café. No podía decirse a sí mismo donde estaba. Estaba completamente jodido y él lo sabía.

Vamos a jugar a la ruleta rusa. ¿Conoces ese juego verdad? Era el mismo que jugabas tú conmigo. Te encantaba ver mi cara mientras me apuntabas con tu Colt. ¿No eres tan rudo ahora verdad? No eres nadie.
Tiró del seguro y un clic metálico hizo que se le subiera la sangre a la cabeza. Estaba mareado, pero el odio acumulado año tras año podía más que el mismo incluso. Era como estar mirando una película de suspense desde fuera. Ya no podía echarse atrás. Ya había soportado demasiado abuso.

El tipo en la silla había logrado soltar la mordaza. El otro pensó que hablaría, que comenzaría a gritar, y no lo detuvo con la mano por miedo a que se la mordiera. Lo había visto defenderse con todo el cuerpo, utilizando hasta las uñas de los dedos de los pies. Tampoco lo tomaba por sentado. En vez de eso se quedó quieto, mirando hacia un lado con las ganas de verle la cara a su oponente, que todo este tiempo había estado hablándole a su espalda, oculto. Sentía la pistola en la sien y sabía que si no movía bien sus cartas lo iba a perder todo. Y ese todo era demasiado grande.

¿Vas a hablar?
Silencio.

¿Te comió la lengua el gato? O sabes más bien que no existe nada en todo el universo que pueda compensar lo que hiciste, hijo de puta. Que aunque te meas y te cagues voy a hacer que te pudras en esta silla y que nadie jamás pueda encontrar tu cuerpo. Sintió como su dedo acariciaba el gatillo, haciendo una leve presión.

El tipo en la silla sabía bien que fuese lo que fuese que saliera de su boca, serían sus últimas palabras. Podía sentir los movimientos de la mano del otro en la pistola. Sabía que ya tenía el dedo allí, en la curvatura precisa que lo hacía enfrentarse con la muerte.
- Perdóname.

Sonó en el vacío, hizo eco en las paredes. El otro no lo entendió.
- ¿Qué dijiste maricón?

-Perdóname.

Silencio.
- No.
Clic.



[Basado en mi pesadilla de anoche]

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