Debería estar afuera, comprando flores, depositando cheques, escuchando historias. No se lo he dicho a nadie, pero hace días que no puedo dejar de sentirme como Billy Elliot. Yo debería estar en la calle, bailando, con cámaras en frente que capturasen mi ridículo. Bailar, bailar y bailar, como un trompo irme deshaciendo.
Hace tiempo que quiero hacerlo. Pero no me atrevo.
Tengo tantas canciones que quiero cantar, tantas letras que escribir, tantos lugares a los que viajar, tanta gente que conocer, tantas puertas que abrir y varias otras que cerrar.
Tengo madre y padre, lejos, pero los tengo.
Tengo hermano y hermanas, cerca y lejos, pero los tengo.
Tengo notas borroneadas acerca de un pasado, una bodega que abrir, ese libro que me está comiendo por dentro. Ese libro que no me atrevo a escribir porque una vez que empiece no voy a dejar de llorarlo, lo voy a llorar todo, letra a letra, párrafo a párrafo, y voy a dejar que ese violín en miniatura me corrompa los dedos, me los llene de cursilerías, me los llene de recuerdos amargos, me llene hasta reventar. Me llene de un modo que nada puede hacerlo, me llene hasta los lagrimales, hasta las orejas, hasta la punta de los pies, hasta esa herida que me hice rascándome en el muslo.
Hasta el moretón que me descubrí en la pierna izquierda.
Porque paso en el suelo, desde niña nunca he sabido no caerme. No caigo con gracia tampoco.
Ay, no se qué me sucede, me dijo Maco ayer. Y yo tenía ganas de decirle: Negrita, nadie sabe nunca lo que sucede... está bien no saber, está bien equivocarse, está bien ahogarse, está bien gritar, está bien perderse, está bien extrañar, está bien hablar, está bien callar... está bien.
Pero claro, el cura Gatica predica pero no practica, soy maestra en solucionar vidas ajenas y la mía es un plato de fideos.
Ahora debo terminar de vestirme, tu pijama está tirado sobre la cama, la taza con yogurt se está petrificando en el velador y la canción que escucho dice "it's sixteen miles to the promise land, and I promise you I'm doing the best I can..."
Supongo que eso es vivir, pasar vallas lo mejor que se puede, intentando no tumbarlas todas.
Ahora, a escuchar historias de 1945 y hurguetear en el polvo de una bodega que nunca fue mía.
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