jueves, 13 de octubre de 2011

Nanai

Hace tiempo que no cantaba Silversun Pickups en mis oídos: when reactions turn into hurricanes
Odio lo que causo, más no logro dejar de ser la misma tarada de siempre. Pienso luego en que podría haberlo dicho mejor, de otro modo, con otras palabras y con otros gestos. Pienso en que no debería haberme puesto a llorar, pienso en que debería haberlo hecho todo de otro modo, en que no debería tener miedo de decir lo que quiera decir.
No es miedo a hablar, es miedo a las consecuencias que tiene lo que diga.
Es miedo a perder.
Es frustración. Ganas de tronar los dedos y de que el mundo entienda por qué hago lo que hago y digo lo que digo y por qué lo digo así y no de otro modo.
No huyo de nadie, no me siento prisionera de nadie. Todo lo contrario, siempre ando buscando refugio [sobre todo en ti].
Egoísta, lo se.
Descuidada, lo se.
Escúdome siempre bajo las buenas intenciones, pero es como si tuviera cuchillos en vez de lengua y no puedo dejar de sentir que cada vez que hablo la cago. La voy cagando una y otra vez, hundiéndome cada vez más en el barro de las palabras que no logro pronunciar correctamente, porque no se hablar español, porque no se hablar en humano, porque es más fácil sacarme el corazón del pecho para que lo puedas leer, o te lo pongas en el oído y dejes que él te hable. Porque él sabe decir en su tum-tum mil veces mejor que yo todo lo que quise. Todo lo que quiero. Todo lo que necesito, más bien.
No tengo que correr lejos. No quiero hacerlo. Al único lugar al que siempre he corrido es hacia la puerta de tu casa, hacia ti, hacia tus brazos. ¿No lo ves?
Me desespero, intentando explicarme y cada vez me enredo más en la madeja. Voy haciendo nudos en vez de desarmarlos. Tal vez por eso nunca pude aprender a tejer.

El tum-tum, escúchalo. Él te está diciendo todo lo que necesitas saber... escúchalo con atención. Dice tu nombre.

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