Su colchón era nuevo, así que no quise deshacerme de él.
Pero vivo en la habitación que solía ser suya. Con la cabecera de pino pegada a esa pared, y la pequeña televisión puesta en mute brillando en la noche en el lado contrario.
Mi abuela vive con ella también. La lleva dentro, porque es su hermana.
No me imagino cómo es vivir así.
No me imagino cómo se vive así... pero lo hago. Vivo en una habitación de muertas...
Y así me voy dejando llevar por las delicadas teclas del piano y me sumerjo (sólo por hoy) en la modorra en la que Foucault me metió.
En que tengo que procesarlo todo tan lento y tan rápido... en que yo tengo reloj de cadena para este mundo digitalizado de abuelas tecnócratas con iphones cosidos a la sien.
Yo quiero mi pluma y canciones nuevas y rostros que no se pueden dibujar ni siquiera con diccionario al lado.
Quiero nubes amorfas y cielos estrellados y bocas con vaho bajo la lluvia.
Quiero dormir despierta y pisar los charcos silbando canciones inventadas (me a dado mucho por inventarlas, me quedan buenas pero medias largas).
Quiero perder la vergüenza y el miedo al pasado. Quiero soltar todo el equipaje y seguir los rieles de un tren descarriado, perderme en el tiempo de una voz desconocida, en una mirada que me refleja con otros colores.
Toca una turbulencia y sigo pensando en cómo llegué a esta habitación... sigo pensando en todas las habitaciones que he recorrido, por las que he pasado, las que he pintado o decorado. Pero sólo en esta alguien ha muerto y a veces puedo sentir como coloca una cortina entre mi cabeza y el mundo, me pasa el lápiz y me pone a escribir en las verborreas más incesantes que la tinta puede tolerar.
Nena, ¿cómo te va?
Perdona por usar tu habitación - a veces de modo indecoroso. ¿Te pido un favor?
Vete ya. Déjame dormir y cúrame el resfrío que se me instaló en el inconsciente...
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