No, se rehúsa. Apoya la cabeza en el brazo derecho empuñado y aunque este se resiste y cae y la hace ver como que está asintiendo a cada momento no cede. No puede dormirse, no ahora. Le da vergüenza, sabe que va a babear las hojas, pero el sueño es más fuerte, la tira. La tinta la tira hacia la mesa, hacia el sueño, hacia el REM inevitable.
Me mira escribir de reojo, la miro de reojo de vuelta para que no sepa que la estoy describiendo, que la vi limpiarse las comisuras de la boca que tenían saliva empozada. La miro como diciéndole "Es normal, si es fin de año y estamos todos estresados e idiotas. ¿Qué más da?"
Se le vuelven a cerrar los ojos, el brazo vuelve a oponer resistencia al peso de la cabeza mareada.
Se cruza de brazos, resopla de nuevo y cae.
Está dormida.
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