sábado, 5 de julio de 2008

La playa

Toda la suavidad de la espuma se deshizo en mi mano, jugaba al cocodrilo y tenía que atacar a tus piernas, lo ideal es que sólo los ojos estuviesen fuera del agua, pero la espuma me impedía ver... nadar, en aquel océano infinito, sumergirme en algo mundial y jugar a ser un cocodrilo en aquellas aguas tibias.

Sumérgete, desciendo y me impulso con un pataleo apurón, hay poco aire en mis pequeños pulmones, veo el lunar de tu pierna, no te has percatado de mi silencioso acercamiento.

Ataca, rozo con mis pequeñas manos tu pantorrilla, pera que pueda por fin ascender a la superficie y ver tu cara de susto ante mi rostro de monstruo submarino con todo el cabello sobre mi cara.

...

Tumbada sobre mi toalla, recibiendo cada rayo de sol, haciendo fotosíntesis y haciendo honor a mis genes mulatos, puedo oír el susurro de las olas no muy lejos, enterrar los pies en la arena caliente y sentir el viento que voltea una y otra vez quitasoles mal enterrados.

La playa de mi niñez, que mojó mi cuerpo infantil hasta su adolescencia, allá es donde voy cuando quiero desaparecer y aislarme por completo, basta con cerrar los ojos, y sentir que todo está bien.

2 comentarios:

Pollo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
María de los Ángeles dijo...

Instintivamente habría pensado en dos. En dos de estas, en una como tú. Me acordé demasiado de un libro que en mi infancia fue mi favorito, hasta que encontré uno mejor (como pasa con todo en la vida. Reemplazamos innumerables veces en búsqueda del equilibrio natural). Se llama "Francisca, yo te amo".

En verdad sólo ayer me percaté que existías como persona concreta, y sólo hoy, que escribías. Así que pasé. Y seguiré mirando hacia abajo. Con su permiso.

Saludos.
Pollo.

Pd: había escrito yo antes, pero desde otra cuenta, que en realidad, no me pertenece, porque no la he hecho mía. You know?